Textos

4 de septiembre de 2024

Triste retorno

Germán Sarasty Moncada​​​​​​​

Profesional en Filosofía y Letras

​Universidad de Caldas

Con una escenografía simple compuesta por unos baldes, cajones a la manera de sillas, costales y algo más, o mejor, algo menos, se ve un cuartucho humilde. Sonidos de pájaros, juegos de luces y aparece, un adulto con cara de sufrimiento. Es la obra que nos ofrece el grupo de Teatro Portátil, de la obra Aún Macario, basada en un texto de 1946, de Juan Rulfo, en una bien lograda adaptación.

Es el monólogo interpretado por nuestro personaje, éste de una manera nostálgica cuenta pasajes de su vida, la cual transcurre en la casa de su madrina, quien además es su proveedora y protectora. Con él vive también Felipa quien elabora los alimentos para los tres y además según nos cuenta, lo entretiene a su manera, por demás muy placentera.

​La leche de Felipa es dulce como las flores del obelisco. Yo he bebido leche de chiva y ​también de puerca recién parida; pero no, no es igual de buena que la leche de Felipa… ​Ahora ya hace mucho tiempo que no me da a chupar de los bultos esos que ella tiene ​donde tenemos solamente las costillas, y de donde le sale, sabiendo sacarla, una leche ​mejor que la que nos da mi madrina en el almuerzo de los domingos…

Al pobre Macario lo consideran loco porque siempre anda con hambre y cuando aprovechando esa debilidad, en la calle lo invitan a comer y él lo cree, sale apedreado pues es solo una disculpa para poderlo cazar. Su ansiedad es tal que ha comido hasta ranas y como él dice, los sapos no se comen, pero, también lo ha hecho. Otra de sus extravagancias consiste en darse duro en la cabeza, contra los pilares del corredor y como dice, aguanta sin quebrarse, pero si se da contra el suelo, aquello suena como un tambor. ¡Pobre loco!

Para exacerbar su locura, además de la colección de santos que tiene su madrina, está la asidua ida a la iglesia a acompañarla a escuchar del cura sermones de condenación eterna, lo cual se contrarresta con la promesa de Felipa.

​Felipa dice, cuando tiene ganas de estar conmigo, que ella le cuenta al Señor todos mis ​pecados. Que irá al cielo muy pronto y platicará con Él pidiéndole que me perdone toda ​la mucha maldad que me llena el cuerpo de arriba abajo. Ella le dirá que me perdone, ​para que yo no me preocupe más. Por eso se confiesa todos los días. No porque ella sea ​mala, sino porque yo estoy repleto por dentro de demonios, y tiene que sacarme esos ​chamucos del cuerpo confesándose por mí.

También le han dicho que los grillos no deben matarse a pesar de su infernal y permanente chillido, pues este es para acallar las voces de las ánimas en pena y que si no fuera así, seriamos incapaces de tolerar sus gritos desgarradores. Ente sus pecados está el de vivir pellizcando todo lo de comer, su hambre es insaciable. Comparte a escondidas el garbanzo remojado que debe dar a los puercos gordos y el maíz seco para los puercos flacos, mientras tenga todas esas opciones, no dejará la casa. Así tenga que taparse con las cobijas al dormir, y aun entre ellas sentir las patas de las cucarachas grandes recorriendo su cuerpo, uno se acostumbra.

Lo más desconsolador aparece en el siguiente acto, en donde, Macario regresa a su antiguo hogar, ya derruido, pues en ese lote de lo que quedó, se está edificando. Su antiguo y acogedor hogar está derruido y con él su alma, pero no sus recuerdos que aflorarán inmediatamente en una cascada de congojas y pesares que ya no podrán mitigar ni su madrina, ni Felipa, pues el tiempo ya dio cuenta de ellas.

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